En un lado está el bosque de manglar que el ejido ha conservado desde 1995. Protege el poblado de erosión costera, sostiene a las pesquerías locales y provee de empleos en el ecoturismo, además de que en este año genera ingresos de certificados por emisiones de carbono evitadas.
En el otro, se erigen dos polígonos para construcción inmobiliaria. Estas edificaciones en el área costera representan una de las mayores amenazas para estos ecosistemas en México y el mundo. Pero en San Crisanto el bosque permanece ileso.
“Afortunadamente, los manglares están bien. Estamos trabajando, gracias a eso, hay una mejor perspectiva en cuanto a los servicios ambientales (que ofrecen)”, aseguró a IPS José Loria, presidente de la no gubernamental Fundación San Crisanto. Esta organización supervisa los esfuerzos locales de cuidado y rehabilitación de manglares.
Pero en otras zonas de México las amenazas al manglar proliferan. Al mismo tiempo, la incertidumbre planea sobre los apoyos gubernamentales para la rehabilitación de los bosques costeros, y aún no está claro si los manglares pueden adaptarse al aumento del nivel del mar provocado por el calentamiento global.
Pérdida y restauración
Solo tres naciones –Australia, Brasil e Indonesia– cuentan con una mayor superficie de manglares que México, que tenía identificadas 905 086 hectáreas en 2020.
Estos frágiles ecosistemas juegan una función doble en la lucha contra la crisis climática. Por un lado, absorben y almacenan cantidades cuantiosas de carbono y, por el otro, protegen la costa de tormentas y la subida del mar.
Pero enfrentan amenazas por la construcción de granjas acuícolas y de vías de comunicación, la urbanización y el desarrollo de zonas turísticas. Las regulaciones dirigidas a proteger manglares y humedales en México no han frenado su arrasamiento.
La deforestación de manglares ataca a tres estados en particular, según el gubernamental Sistema de Monitoreo de Manglares de México. En el norteño Sinaloa, la tala totalizó 5258 hectáreas entre 2015 y 2020, en el nororiental Baja California Sur sumó 1068 y en el occidental Nayarit, 247.
Junto a la deforestación, las actividades humanas degradan grandes áreas de manglar. Mientras la superficie total de zonas perturbadas bajó de 18 332 hectáreas en 2015 a 9 680 en 2020, creció en los estados de Baja California Sur y el sureño Chiapas.
La reforestación de manglares perdidos es uno de los objetivos del Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas 2021-2030, lanzado en 2019. Pero México todavía no registra iniciativas de restauración en la base de datos de la ONU.
Ello aunque de hecho muchos proyectos están en marcha. Entre 2006 y 2020, por ejemplo, la gubernamental Comisión Nacional Forestal (Conafor) aprobó 74 emprendimientos de plantación de mangle para compensar deforestación en otros sitios.
Estas iniciativas sucedieron en 13 estados, cubrieron 11 479 hectáreas y costaron 200 millones de dólares, según cifras de Conafor. Nayarit albergó 21 proyectos y el suroriental estado de Veracruz, 18.
Adicionalmente, Conafor financió 11 trabajos de restauración en 2021. Sembraron 1,34 millones de semillas de manglar en 1048 hectáreas, a un costo de 2,52 millones de dólares.
Vacío informativo
Claudia Teutli, investigadora de manglares del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del estatal Instituto Politécnico Nacional, criticó varios aspectos de las políticas de manejo de estos ecosistemas en el país.
“No se conoce el éxito de proyectos por la forma en que se ha hecho la restauración. Se hicieron por requerimientos de compensación (por daño ambiental), pero no había un objetivo de recuperar el ecosistema”, explicó a IPS.
La académica consideró “desfasado” el sistema de monitoreo gubernamental y que la renovación requiere de mejores estrategias y conocimiento de los sitios dañados.
“Hay confusión entre restauración y reforestación. No sabemos qué se ha hecho y cómo. El éxito es más que la cantidad de árboles sembrados”, criticó.
Joanna Acosta, profesora de biología de la conservación de la estatal Universidad Autónoma del Carmen, en el suroriental estado de Campeche, coincidió con su colega.
“No sabemos dónde ha funcionado la restauración ni dónde ha fracasado. La cartografía gubernamental no aclara si están restaurados o no. Tenemos que aplicar estrategias de transparencia, pues no se debe intervenir en zonas ya conservadas”, dijo a IPS.
La magnitud del desafío es enorme, pues Acosta calcula que México tendría al menos 235 000 hectáreas de manglares fuera de programas de preservación o manejo. A su juicio, el reconocimiento del valor de los manglares debe apoyar la formulación de políticas públicas.
“Los manglares son los más resilientes a la crisis climática, por eso hay que protegerlos. Es importante protegerlos y restaurarlos por su potencial de almacenamiento y secuestro de carbono, y porque al degradarse son fuentes de CO2 (dióxido de carbono)”, indicó.
¿Resistentes a la subida del mar?
La comunidad en San Crisanto se beneficia del nuevo entorno. Ya empezó la venta de compensaciones basadas en el carbono que almacenan sus 850 hectáreas de manglares.
San Crisanto es un ejido, una porción de tierra pública bajo posesión y manejo comunitario. Los manglares también generan ingresos por el Programa de Pago por Servicios Ambientales de Conafor. En 2022, San Crisanto recibe unos 53 dólares por hectárea para una superficie de 340 hectáreas.
El ejido, una figura común de tenencia colectiva de la tierra en México, propone la creación de una red nacional de manglares y un sistema nacional de recursos costeros.
“Hay que trabajar para construir la organización. Somos el punto de partida para ir corrigiendo procesos ambientales y generar resiliencia”, aseguró el ejidatario Loria.
A pesar de los éxitos de San Crisanto, Loria reconoció la existencia de problemas de erosión en la playa. Esto genera la pregunta sobre cómo los manglares mexicanos resistirán la elevación del nivel del mar en la medida en que el planeta se recalienta.
Algunos investigadores concluyen en que la subida del mar rebasará la tasa a la cual los manglares acumulan sedimentos en los próximos 30 años si el alza de temperatura prosigue a su tasa actual. Esto hundiría a los manglares.
Otros científicos, que trabajan en la península de Yucatán, en el sureste mexicano, vaticinan en cambio que este ecosistema variará en su capacidad para adaptarse al aumento del nivel del mar.
Teutli se ubica en el grupo optimista, al decir que en cuanto suba el nivel del mar, los sedimentos se acumularán y los árboles se mantendrán sobre la línea de agua.
Los manglares “se están adaptando a la inundación, antes pensábamos que no la resistían. Viene la tropicalización y eso va a ayudar a los manglares”, expuso.
Este artículo fue publicado originalmente por IPS Inter Press Service, parte de una serie de dos reportajes que se elaboraron con apoyo de la Earth Journalism Network de Internews.